¿Qué vemos, cuando vemos?
¿En realidad, cuando se aplica el sentido de la vista se aprovechan las cualidades de éste, uno de los sentidos más complejos y ricos que posee el ser humano? ¿Podemos encontrar nuevas formas de ver con los mismos ojos? Como se mencionó antes, no recibimos educación especializada para ver: nacemos, abrimos los ojos y poco a poco empezamos a re-conocer formas, imágenes y después a añadirles un significado, a relacionar imagen-sentimiento, imagen-sensación, imagen-utilidad, y muchas más relaciones que resultarán útiles y necesarias a lo largo de nuestras vidas.
Las instrucciones que recibimos son fundamental-mente culturales, pero ¿qué sucede cuando ver se convierte en un proceso "automático" más del organismo humano, anulando el asombro, reduciendo al mínimo la experiencia de observar y disminuyendo cada vez más la sensación de descubrimiento? ¿Qué nos ha llevado a esto?
Es entonces que resulta necesario ver algunas de nuestras actividades urbanas cotidianas, con el fin de entender mejor el comportamiento que adoptamos. Por ejemplo, generalmente tratamos de transitar por un espacio conocido, tocar suelo firme que nos brinde una sensación de seguridad al estar frente a algo que previamente tenemos identificado, de tal forma que los recorridos visuales se repiten día tras día para acudir al trabajo, a la escuela, para salir de paseo.
Las rutinas a las que se llega por cuestiones prácticas, de tiempo o económicas, reducen la posibilidad de variar el campo visual, lo que lleva a una pérdida de interés por observar lo que cotidianamente se cruza ante nuestros ojos. Esta rutina, aunada a una prisa por llegar siempre al siguiente destino, así como la gran cantidad de elementos visuales que se cruzan ante nuestros ojos, conducen a una "incapacidad" de ver y de sentir.
La sobresaturación de imágenes proporcionadas por la explosiva información visual y gráfica provoca una especie de anestesia visual que limita la experiencia sensorial a un estado de casi impercepción de los detalles que conforman un todo. El todo es asimilado, más no los elementos que lo componen. Podríamos llamarla una etapa de inconsciencia en la que solo somos receptores de toda esta información visual y donde nuestro papel se reduce al de aparentes observadores pasivos.
Adoptamos el rol de quien presencia un desfile numeroso y colorido que, debido a su carácter fugaz, no nos es posible capturar las particularidades del evento, sino tan solo ciertos elementos generales que nos hacen partícipes del mismo. Al respecto Martin Lister menciona: "Nuestro modo de mirar al mundo se relaciona con nuestra disposición hacia el mundo".' Es precisamente esa disposición la que es necesaria intervenir, provocar y cambiar, para hacer posible una nueva mirada fotográfica, una mirada que conduzca a ver de nuevo y a provocar una idea de descubrimiento.
Fragmento “Memoria Cero. Una Mirada Fotográfica.” Eunice Miranda Tapia.
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